Carmen es preciosa y chispeante. Sus
enormes ojos oscuros sonríen mientras su boca carnosa hace un divertido gesto
de rechazo al plato que me acaba de servir el camarero.
Entrada restaurante Can Lluís |
Coincidimos en una cena de cumpleaños. Un amigo
en común ha decidido celebrarlo en Can Lluís, en el antiguo Barrio Chino, rebautizado en Raval desde que se convirtiera en el
epicentro de la modernidad barcelonesa. La
Olleta d’Alcoi -plato preferido
de Manuel Vázquez Montalbán y motivo
por el cual el menú lleva su nombre- ha resultado ser una soberbia escudella en
la que flota una enorme butifarra negra.
Carmen se solidariza conmigo. Ella tampoco
sabía lo que era la Olleta, por eso no lo había pedido. Mientras
me fustigo mentalmente por no investigar qué contiene un plato antes de pedirlo,
otro de los comensales, Carlos, se apiada de mí y me ofrece en trueque su Carpacio
de Bacallà a les Herbes. Acepto el cambio sin dudarlo: donde esté un
buen papel de fumar de bacalao, que se quiten todas las morcillas nadadoras del
mundo.
Ya en los segundos, Carmen parece aburrida.
Es la única de los presentes que no aspira a juntar letras de manera
profesional, y no siente ningún reparo por preguntar qué quiere decir que un
escritor esté más preocupado por la estética que por el contenido. Fingiendo
pelearme con la Cuixa de cabrit al forn, cedo la palabra a Carlos, que se
entrega a aclarar su duda con un entusiasmo solo justificable por su faceta de
docente o por la energía que, dicen, da la morcilla.
Y así llegamos al postre del menú montalbaniano. El Xinès de Can Lluís es en realidad una fina crema catalana
coronada con helado de vainilla y almendras. Carmen la observa con curiosidad y
me pregunta si la combinación de helado y almendras está buena y que si yo
también soy catalana. Sin acabar de entender su asociación de ideas, respondo
que sí a las dos preguntas, y como ya nos ha aguantado suficiente debate
literario por una noche, me intereso por su trabajo.
Me parece toda una proeza. Estaría bien saber por qué no te eligieron- le comento. Me lo dijeron –responde- el otro candidato tenía más experiencia. Vaya –intento consolarla–, pero es bueno saber que fue por eso y no por otra razón. No, no es nada bueno –me corrige ella- porque eso es lo único contra lo que no puedo competir.
Sin trabajo no hay experiencia. Sin
experiencia no hay trabajo.
De momento sigue cobrando el paro. Si no encuentra
nada anda dándole vueltas a la idea de irse al extranjero y convertirse en una JESP (Joven Emigrante Sobradamente Preparada). Aquí no hay futuro -dice Carmen en
un mohín que la hace todavía más adorable- Y con gesto derrotado abandona la
cucharilla al borde del plato.
El xarrup se ha derretido, convirtiéndose en
una sopa de zumo de limón ahogada en orujo.
Este texto es un gran comienzo de blog. Me explico: El texto parece de humor, pero en el fondo es desolador. Es divertido, pero triste. De manera real y sin drama. Lo cual quiere decir que el menú literario es mucho mejor en el texto (y sus palabras), que en los platos que describe.
ResponderEliminarGran comienzo!
ResponderEliminarGracias Javi e Isa por vuestras palabras.
ResponderEliminarMe alegro de que os guste. Espero volver a veros por aquí de seguido.
Vuestros comentarios son siempre bienvenidos.
Molt bona estrena! tu sí que estàs preparada...felicitats!!
ResponderEliminarParlant de gent preparada...que sàpigues que tinc pensat donar-te més feina.
EliminarEnhorabuena. Blog muy alimenticio para las neuronas.
ResponderEliminarHola Cesar:
EliminarDe eso se trata, de alimentarlas para que no se mueran tan pronto.
Lo que tenga que ocurrir siempre es en los postres, no hay digestión sin azúcar. Felicidades Maribel.
ResponderEliminarHola Elías:
EliminarMe honra tu visita, sigo tus crónicas de presentaciones literarias con gusto.
En cuanto a los postres, sin duda hay que reservar siempre lo mejor para el final. Algunos adictos al dulce son capaces de pasar hambre durante una suculenta cena solo por reservarse un huequecito en el estómago para el postre.
Qué buena manera de cerrar un lunes y de abrir una puerta al disfrute que eres tú. Felicidades, mi reina.
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