Anoche vi el primer capítulo de
la segunda temporada de Black
Mirror, esa mini serie inglesa que anda, últimamente, en boca de
todo moderno que se precie.
En Be right
back (‘Vuelvo enseguida’) Martha y Ash ven truncada su relación de
pareja con la muerte de éste último en un accidente de coche. Incapaz de asimilar la pérdida, Martha tiene
conocimiento de la existencia de un revolucionario software que, a base de
rastrear las intervenciones públicas en redes sociales de la persona fallecida,
es capaz de recrear su personalidad y ofrecer así la posibilidad de volver a interactuar con ella. Lo que en un
principio parece que no pasará de ser una
suerte de macabro chat post-mostem,
pronto se convertirá en simulaciones de conversaciones telefónicas y tras ellas
–en una última vuelta de tuerca- en una
recreación física completa de Ash en forma de replicante.
Imagen de Be right back |
Me inquieta sobremanera el dilema
moral que plantea esta historia, y que a mi modo de ver es reflexionar sobre hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para
recuperar a un ser querido.
Desde anoche que no paro de darle
vueltas a esta idea, y se me ha ocurrido que -aunque a primera vista pueda
parecer que la única pérdida irreparable sea la ocasionada por la muerte física
de alguien- existen también otros tipos
de muertes que sería igualmente
fantástico poder remediar. Pienso por ejemplo en los amigos del alma que dejaron
de serlo, o en los amores que creímos para toda la vida y en que sería
estupendo disponer de un software como el de esta serie, que nos permitiese reconstruirlos,
hacerles volver justo antes de que se produjera el accidente. Recuperar a esos seres queridos
para una última conversación antes de que –a pesar de seguir vivos- murieran
para nosotros o nosotros para ellos.
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