miércoles, 15 de mayo de 2013

Continuidad en el parque

La moto de Lucía toma velocidad en la bajada y se detiene de un frenazo frente a la cerca. Rondan las seis en una tarde soleada de mayo y, si no fuese por el tobogán, nada diferenciaría este parque de una estación de metro en hora punta.
 
Una madre de melena rubia y desordenada nos sujeta la puerta mientras Lucía forcejea con su moto, negándose a que la ayude. Le doy las gracias en catalán y me responde “Prego”, lo cual me recuerda que Gràcia –el mejor barrio de Barcelona según los lectores de TimeOut- haría parecer cualquier anuncio de Benetton cosa de aficionados.

Portada de la revista TimeOut Barcelona #268

Sin mediar palabra, Lucía abandona la moto a su suerte y emprende una carrera de reconocimiento por el parque, de la que regresa –apenas un minuto más tarde- con su primer botín: una pala y dos moldes para jugar con la arena. Fiel a su fijación de los últimos tiempos, uno de ellos representa a una vaca sonriente; el otro es un cerdito que desafía a las leyes de la naturaleza con su verde esmeralda, razón por la que, tal vez, luce un semblante más serio. Este aspecto no parece, sin embargo, preocupar en absoluto a mi hija y sí el hecho de su reducido tamaño: ¡Petitó, petitó![i], grita incansable mientras lo agita a escasos centímetros de mis narices.
 
Busco con la mirada a la víctima de su hurto, pero nadie parece echar en falta los juguetes. Intento entonces recabar alguna información a través de mi retoño, pero la niña parece haber entrado en bucle y no consigo arrancarle otra palabra que no sea el tamaño del cerdito.
-Tranquil·la, les ha agafat d’aquella capsa[ii]- me dice una madre autóctona, mientras intenta impedir que su hijo coma tierra. Siguiendo la dirección de su índice, descubro una caja de plástico tipo Ikea, situada en el centro de la zona de juegos de arena. Me acerco a investigar. Dentro del cuadrilátero demarcado con pequeños postes de madera hay, al menos, media docena de niños -ninguno de ellos mayor de tres años- que juegan con rastrillos, cubos y palas marcados con las iniciales “S.T”.  Todavía considerando la posibilidad de que los padres de algún Sergi Tomás  hayan decidido deshacerse del excedente acumulado en material de playa, caigo en la cuenta de que la mencionada caja luce el letrero Social Toys y la url de un blog.
 

Durante la siguiente hora me dedico a observar -confieso que también a vigilar- a los niños y padres que usan estos juguetes.  Nadie, a excepción de mí,  parece sorprendido por la presencia de la caja y los padres muestran el gesto relajado del que sabe que no tendrá que preocuparse por recorrer el parque en busca de los juguetes de su hijo cuando se marche.

Considero la posibilidad de que haya una cámara oculta, pero entonces caigo en la cuenta de que estamos en un parque de Gràcia. Una tras otra, las familias van abandonando el lugar, no sin antes depositar los juguetes utilizados en la santa caja, que garantizará su continuidad en el parque.

Cuando llega nuestra hora, Lucía intenta llevar consigo el cerdito contranatural, pero la obligo a devolverlo, prometiéndole que regresaremos a jugar con él. Nada convencida de mis argumentos, recupera la moto y emprendemos la vuelta a casa.

Lucía avanza con dificultad por la subida de Passeig Sant Joan. Como siempre, no me deja que la ayude.



[i] ¡Pequeñito, pequeñito!
[ii]  Tranquila, los ha cogido de aquella caja.

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